Vieux Chantecaille Saint-Émilion 2017

«Me voy si alguien pide un Merlot. No estoy dispuesto a beber ningún maldito Merlot» es la destemplada frase del atormentado Miles Raymond, interpretado magistralmente por Paul Giamatti, en la película ‘Sideways’ de 2004 que motivó una importante disminución en la demanda de la referida cepa en los Estados Unidos durante casi una década.

Lo interesante es que el mayor tesoro del escritor que finalmente, y en una escena icónica, descorcha al interior de un fasta food para acompañar una hamburguesa y beberlo en vaso de cartón es un Château Cheval Blanc 1961, un vino de Saint-Émilion hecho precisamente en base a Merlot y Cabernet Franc, variedad también algo mal tratada en la película.

Hay quienes en esta cierta contradicción ven una oculta crítica a quienes denostan la variedad por moda sin entender sus alcances y otros señalan que da cuenta de la pésima calidad del Merlot masivo en California versus sus pares franceses a fines los ’90.

Pero por sobre las motivaciones del autor de la novela y el director del filme ¿Se puede odiar el Merlot y a la vez atesorar un Saint-Émilion? La respuesta es definitivamente si y más allá aún, apreciar estos vinos del margen derecho de Bordeaux es una gran razón para tener reparos con los vinos en base a la cepa hechos en el Nuevo Mundo.

El frío clima marítimo de Bordeaux y sus 44° de Latitud hacen que el Merlot cultivado en esta región produzca mostos relativamente ligeros, sedosos, de taninos amables y en el que predominan aromas a fresas, guindas y rosas rojas al que usualmente se le añade algún porcentaje de Cabernet Franc para fortalecer sus taninos o Cabernet Sauvignon para elevar su acidez. Las guías de maridaje suelen mencionarlo como la mejor opción para acompañar delicados cortes de carne, pasta, quesos semi maduros y pescado.

Sin embargo la piel delgada de sus uvas lo hace ser particularmente sensible al clima por lo en los cálidos terroirs de Nuevo Mundo instalados además muchos más cerca del Ecuador sus vinos pueden resultar grueso y de baja acidez, carentes de elegancia, caracterizados por aromas a frutos negros sobre maduros por lo que se destinan a acompañar platos sin duda sabrosos pero sin mayores sutilezas como los gruesos cortes de carne asada en la parrilla sudamericana o el costillas de cerdo bañadas en salsa de la BBQ estadounidense.

Beber un Saint-Émilion con la adecuada guarda, en la temperatura perfecta y junto al maridaje preciso definitivamente cambia nuestra percepción del potencial del Merlot, y para ello no es necesario recurrir a un Cheval Blanc de seiscientos dólares la botella, aunque si tiene la ocasión de hacerlo por favor no la desaproveche, pues estos vinos del margen derecho de la Garona muestran también sus virtudes en exponentes de mucho menor coste.

Vieux Chantecaille es un caso muy particular e interesante de conocer. Propiedad de la familia Moze-Berthon, productora de vinos en Bordeaux desde 1820 entre ellos Château Maillet en Pomerol, el viñedo del cual es producido se encuentra a menos de cien metros del reconocido Château Le Bon Pasteur y a una milla exacta del ya referido Château Cheval Blanc, por lo que podemos hablar claramente de un terroir privilegiado.

Además los cuarteles de los cuales se obtiene este vino se encuentran dentro de los limites de la AOC Saint-Émilion Grand Cru, sin embargo la bodega se emplaza en un costado que pertenece tan sólo a la AOC Saint-Émilión, como la norma de la primera y más destacada denominación exige el cultivo, crianza y embotellado dentro de sus límites este vino se ve obligado a usar tan sólo la segunda apelación en su etiqueta.

En resumen este vino nos permite por menos de US$ 50.- acceder a la calidad de un Saint-Émilion Grand Cru cultivado junto a los más grandes exponentes de su tipo y conocer el amable y seductor rostro del Merlot en su terroir óptimo.

Recomiendo beberlo en otoño o invierno a fin de primero poder descorcharlo a temperatura ambiente y luego permitir que sus cálidas notas de regaliz nos resulten perfectamente gratas e idealmente acompañando alguna carne en perfecto punto de cocción para percibir de mejor manera el actuar de sus taninos aterciopelados.

A tan sólo cinco años de su cosecha ya es un vino con la doma suficiente para mostrarse amable y gentil y al ser descorchado se mostró de un rubí intenso rodeado por un delgado ribete ocre. En su nariz encontramos rosas rojas, fresa fresca madura, guinda, regaliz, cassis, trufas, higos, suave crema de leche y cedro además de notas salinas e incluso delicadamente yodadas que nos recuerdan su origen cercano al mar.

Su boca es intensa pero elegante, marcadamente frutal y de acidez una acidez viva más envolvente que punzante, taninos ya referidos como sedosos pero de delicado dulzor y un paso en paladar que cierra con el preciso punto de amargor herbal y abundancia de berries rojos que se eternizan en su final.

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