
Pippin, a instancias de Gandalf y desafiando las órdenes del senescal Denethor, trepa a escondida la torres de Minas Tirith y enciende la hoguera de su almenara… acto seguido se da inicio a una de las secuencias más espectaculares del El Retorno del Rey con una serie de tomas aéreas donde se aprecia como una a una se encienden los fuegos sobre la cumbre de las montañas que en la ficción separan los reinos de Gondor y Rohán.
Estos montes nevados corresponden a los te Moana o Alpes Neozelandeses, cordón montañoso que actúa como una suerte de espina dorsal de la isla sur de Nueva Zelanda, un verdadero paraíso para montañistas y la clave detrás de la vitnicultura en el país oceánico.
Esta cordillera no es sólo responsable de a través de sus extintos glaciares tallar los valles y definir los suelos donde hoy se cultiva la vid, sino también actúa como una gigantesca barrera que detiene los gélidos vientos australes permitiendo que a su abrigo, en el costado oriental de la isla la vitinicultura pueda llevarse a cabo en una de las latitudes más septentrionales del hemisferio sur y con un clima perfectamente comparable con el de la Patagonia chileno-argentina.
En la región vitivinícola de Marlborough, en el extremo suroriental de la isla sur, suelo y clima contribuyen a producir blancos frescos y ligeros pero no por ello carentes de presencia en nariz y paladar teniendo por emblema a un Sauvignon Blanc que desde fines del siglo pasado se alza como una excelente alternativa a los vinos producidos en la cuenca alta del Loira, Francia.
Cloudy Bay Vineyards fue una de las primeras bodegas en alcanzar renombre internacional y actuó como un verdadero semillero de viñateros y enólogos que luego, sacando adelante sus proyectos personales, terminaron de armar el mapa vitivinícola de Marlborough y en especial en Wairau Valley..
Entre estos encontramos a Iván Southerland, quien junto a su esposa Margaret, a comienzos del nuevo milenio dio forma a Dog Point Vineyard, una de las primeras viñas cien por ciento orgánicas de la región que debe su nombre a su ubicación en un punto donde un siglo atrás manadas de perros asilvestrados solían atacar los rebaños de ovinos.
Siguiendo el modelo que ha predominado en Nueva Zelanda, con bodegas orientadas a la producción de un número acotado de etiquetas, el catálogo de los Southerland se limita a cuatro vinos, tres de ellos con crianza en barrica y un cuarto, el que hoy nos convoca, que muestra las condiciones de su fruta en su estado más puro y natural.
Este Sauvignon Blanc amarillo pajizo con traza verdosa y muy leve turbiedad nos entrega las frescas y clásicas notas de la variedad en Nueva Zelanda, como son flor de azahar, manzana verde, pera madura, durazno blanquillo, cebollín, pasto verde y marcada nota de espárragos tiernos.
Su boca fresca y ligera, nos entrega suave dulzor de fruta blanca, acidez alta y muy persistente final salino y herbáceo.
Entre los mostos neozelandeses, en especial su Pinot Noir, podemos encontrar algunos con un magnífico potencial de guarda, sin embargo la gran mayoría, nuestro Sauvignon Blanc incluido, están pensados para ser bebidos tan jóvenes como sea posible a fin de aprovechar todo su hermoso y gratificante frescor.

