Pandolfi Price Los Patricios Chardonnay 2017

El sabio refrán señala que «nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde», y algo de eso pudimos vivir en carne propia a comienzos de este 2023 con la serie de incendios forestales que además de consumir cerca de quinientas mil hectáreas y costar la vida de 24 compatriotas puso en serio riesgo el ancestral patrimonio vitivinícola de Itata.

El secano interior entre las cuencas de los ríos Mataquito y Biobio, cuyos principales epicentros son Cauquenes e Itata, fueron la base de la producción de vinos durante la colonia hecho de las variedades País y Moscatel, si bien no fueron los únicos pues estas también se cultivaban ampliamente en el valle de Aconcagua, sobre todo Marga Marga, y el Maipo. Sin embargo la renovación de nuestra viticultura a mediados del siglo XIX, con la introducción de las cepas bordelesas se concentro en lo que hoy conocemos como Valle Central, donde practicamente desaparecieron las cepas traídas por los españoles y relagando al secano a la producción de vinos supuestamente baratos y sin potencial de venta fuera de nuestras fronteras.

Tras el terremoto de 1930, con epicentro en Chillán, la región quedó profundamente devastada, no sólo a nivel de viviendas sino sobre todo en lo que respecta a infraestructura agrícola. Dentro de las medidas para levantar la zona se introdujo las variedades francesas Cinsault y Carignan por sus altos volúmenes de rendimiento y fácil adaptación a las condiciones de la zona. Esto acentuó aún más la idea de que Itata debía ser considerado tan sólo un productor de vinos de baja calidad que sólo podían ser vendidos por volumen por lo que pocas bodegas se instalaron en la región y la vitinicultura fue desarrollada tan sólo por pequeños agricultores que a precios muy bajos vendían su uva a granel.

Recién a comienzos del nuevo milenio el giro post Robert Parker del mercado global hacia vinos más ligeros y de marcada identidad que puso de moda al Beaujolais francés, Dao portugués, Barbera italiano y Garnacha español, benefició también a lo que hoy denominamos como «Tintos de Verano» donde Cauquenes e Itata tienen mucho que decir.

Los incendios forestales que arrasaron con viñedos y bodegas centenarias conmovieron a la comunidad enológica nacional. Bodegas, comerciantes, productores, sumilleres y amantes del vino en general organizaron toda clase de eventos en busca de recolectar recursos para preservar el patrimonio de Itata y seguramente en Febrero ’23 el Cinsault fue el vino más consumido en Chile.

Sin duda toda la ayuda posible es necesaria pero es importante que a la vez no pretendamos convertir a esta zona en un museo viviente o sólo una curiosa atracción donde los turistas puedan retroceder en el tiempo y beber vinos tal cual lo hacían un siglo atrás.

Itata es mucho más que eso, de hecho fue el primer valle de clima frío en Chile y debe ser respetado como tal, contando con un enorme potencial no sólo para producir tintos de verano sino también vinos mucho más complejos y elegantes que compitan de igual a igual con aquellos provenientes de Casablanca, Limarí o Malleco.

En este último sentido particularmente interesante es el trabajo desarrollado en el viñedo Santa Inész, en las afueras de Chillán Viejo por Pandolfi Price con la asesoría de Francois Massoc, que lejos de concentrarse en Cinsault o País han tomado por emblema los estandartes borgoñeses con excelentes resultados sobre todo en su Chardonnay Los Patricios.

Un Chardonnay de Itata nos puede sonar absolutamente disruptivo pero es una muestra del gran potencial aún no explotado de estas tierras pues el resultado es un vino que sin duda podemos contar dentro de los diez mejores entregas de la variedad en nuestro país.

A pesar de no contar con la brisa marina de Casablanca, los suelos calcáreos de Limarí o el clima frío de Malleco, los suelos volcánicos de su terroir y la buena provisión hídrica entregada por el río Larqui, además de un magnífico trabajo en viñedo y bodega, nos permite conocer un Chardonnay intenso, untuoso y complejo al estilo de los blancos del Maconnais francés.

A seis años de su cosecha este vino se muestra de un tono pajizo de traza dorada. Su nariz entrega intenso jazmín, durazno blanco maduro, piel de limón y naranja, mango, suave vainilla, mantequilla fermentada y algo de avellana.

Su boca es untuosa y seca pero bien equilibrad en su acidez media+ por lo que no deja de sentirse fluida. Durazno a medio secar, zeste de naranja y nota salina predominan en su sabor de muy larga persistencia.

Un vino que vale la pena conocer, dejar envejecer y en su presencia meditar en el inmenso potencial de Itata.

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