Concha y Toro Terrunyo Cabernet Sauvignon 2017

En aquellos lejanos años de aventurera juventud tuve la ocasión de conocer Amantani, una isla en el corazón del lado peruano del Lago Titicaca. En lo alto de una de su colina principal se encuentran las ruinas de un antiguo templo inca donde diariamente varios centenares de personas se congregan a esperar el atardecer sobre las aguas del lago.

De regreso a la casa de los comuneros donde pasaría la noche me detuve en la única taberna del lugar y junto a un grupo formado por dos chicas franceses, dos españoles y un argentino pedimos cualquier vino con el que contara. El cantinero prontamente nos hizo llegar una botella nada menos que de Casillero del Diablo Cabernet Sauvignon (a precio de Premier Crú por cierto).

En los siguientes años me encontré con la misma etiqueta en el sui generis bar de un hostal en una aldea próxima a Iquitos en el Amazonas peruano, en la oferta de bebidas de un barco turístico que recorría la islas del golfo de Paraty en Brasil, y en una pizzería de la calle de Las Brujas en La Paz.

¿Qué relación tiene la masividad de Casillero del Diablo con Terrunyo, el vino que nos convoca? Pues muchísima más de la que suponemos por provenir de la misma bodega.

El viñedo de Pirque Viejo dio forma a los mejores vinos producidos por don Melchor de Concha y Toro. Para evitar que las botellas fueran robadas se echó a correr el rumor de que la bodega era habitada por el mismísimo diablo en persona, historia que en el supersticioso mundo rural de principios del siglo XX parece resultó bastante efectiva y termino por establecer el nombre del vino.

Durante décadas Casillero fue un vino realmente selecto y de alta factura hasta que avanzados los años ’80 Concha y Toro, ya convertida en una sociedad anónima, decidió potenciar la marca para convertirse en el principal productor nacional sin embargo las uvas del viñedo difícilmente darían abasto para repletar las góndolas del comercio a nivel masivo por lo que se tomó la decisión de cambiar su origen y comenzar a producirlo con uvas de todo el Maipo en tanto aquellas recolectadas en Pirque se destinaron a una nueva etiqueta selecta: Marqués de Casa Concha.

La medida tuvo excelentes resultados pero al pasar tan sólo una década la bodega vio la opción, gracias a los tratados de libre comercio, de expandir sus ventas a nivel global. Para ello se requerían aún más uvas e idealmente de bajo costo por lo que Casillero nuevamente vio alterado su origen y comenzó a ser producido hasta nuestro días en base a uvas obtenidas en todo el Valle Central. Lo recolectado en los viñedos de Concha y Toro en el Maipo se redestinó a Marqués de Casa Concha que también amplió dramáticamente su producción y lo vendimiado en el viñedo de Pirque Viejo, el lugar donde todo se inició, volvió a tomar una nueva identidad esta vez en la forma de Terrunyo.

Terrunyo es entonces la reencarnación del original Casillero del Diablo, el vino cuidado, protegido y valorado por Melchor Conha y Toro que sentó la fama de la bodega por él fundada, por lo que beberlo nos permite conocer una importante parte de la historia enológica de nuestro país como fue el arribo de las cepas bordelesas al piemonte andino.

La justificada fama del Cabernet Sauvignon del Maipo Andes se debe a su marcada riqueza en notas de fruta negra, en particular cassis, y herbáreos como mentol, eucalipto y tomillo, derivadas de suelos pobres en nutrientes conformados por mayoritariamente por gravas arrastradas por el río y acumuladas durante milenios en las laderas del sector que brindan un magnífico drenaje redundando en uvas de bajo rendimiento y consiguiente alta concentración de azúcares y ácidos.

Además los casi 700 msnm del sector permiten una temperatura en promedio un par de grados más baja que la del valle con una gran oscilación entre el día y la noche que favorece una lenta y correcta maduración. Los suelos inclinados posibilitan que todas las parras reciban igual cuota de luz solar y las ráfagas de viento que corren por los cañones cordilleranos impregnan la piel de las uvas con el aroma de los bosques de boldo, peumo y arrayán presentes en el curso alto del río.

Todas esta expresión de terroir por supuesto ya no están presentes en el actual Casillero del Diablo y sólo en algunas añadas extraordinarias, como fue recientemente la 2018, pueden vislumbrarse en Marqués de Casa Concha, sin embargo en Terrunyo puede ser apreciadas en forma clara y prístina.

Un Cabernet Sauvignon de los bendecidos terroirs de Macul, Pirque o Alto Jahuel requiere al menos diez años de reposo en botella para comenzar a mostrar todo su potencial que por cierto alcanzará recién trascurridas un par de décadas, pero a cinco años de su cosecha ya es buen momento para dar una mirada inicial que nos sirva de base para entender su futura evolución.

Descorchado a fines de 2022 esta cosecha ’17 se nos muestra de un intenso y hermoso tono rubí de delicado ribete claro que en algunos años derivará en ocre. En su nariz encontramos ciruela negra fresca, cereza, cassis, arándano y unas primera muestras de dátiles además de regaliz, menta, eucalipto, clavo, tomillo y tabaco.

Su boca es intensa, más terrosa que frutal, cuerpo amplio que aunque llena el paladar se percibe fluido gracias a su intensa acidez. Taninos firmes, perfectamente maduros, mentolados y con una barrica integrada casi a la perfección a pesar de sus relativos pocos años. Su sabor es predominado por fruta negra, sobre todo cassis, pero ya comienza a mostrar dátiles y regaliz que extienden y dan calidez a su de por si largo final.

Un vino para apreciar por su origen, su importancia histórica y su amplio potencial de evolución.

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