Los vinos de Matías Riccitelli se alzan como un reconfortante aire fresco en la escena vitivinícola argentina que va mucho más allá de la gráfica de sus etiquetas alejada del tradicional tono señorial de las bodegas consagradas.

Lo interesante de su propuesta es que no apunta únicamente en la dirección de alejarse de la enología tradicional, como ocurre con sus Malbec particularmente frescos y ligeros, sino en ocasiones romper con los paradigmas propios del Nuevo Mundo acercándose exitosamente a un perfil más europeo, como ocurre con su Pinot Noir Gualtallary que a ciegas más pareciera provenir de algún lugar de la Cote de Beaune, en la Bourgogne, que de las alturas andinas argentinas.
Vino rubí de traza media que a pocos años ya muestra un borde ocre y ribete claro. En su nariz nos regala fresa fresca, frambuesa, zarzaparrilla, zeste de naranja, suave anís y grafito; mientras su boca se expresa frutal, de acidez alta, con dejos de setas. marcada tiza secante (su principal nexo con el Viejo Miundo), y largo final frutal y mineral.
Marcado equilibrio, larga persistencia, intensidad en sus notas y una complejidad, por sobre todo en boca, difícil de encontrar bajo la línea del Ecuador indudablemente son su sello.
Nota: 4,2 – Excelente PN de Nuevo Mundo que poco o nada tiene que envidiarle a los borgoñeses.
Perfecto para maridad guisos ligeros o platos marinos de buen peso en paladar como Trucha Asada, pescado ahumado o camarones a la parrilla, donde sus notas frutales y astringencia mineral complementan a la perfección los sabores generados por la lenta cocción o la acción de la leña,

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