
El vino emblema de la Toscana italiana es el Chianti, hecho en base a la variedad tinta Sangiovese. Sus productores más antiguos con cuarteles en el corazón de la región y algunos de ellos con varios siglos de tradición etiquetan sus vinos bajo la DOCG Chianti Classico en tanto las bodegas más recientes, que iniciaron su cultivo recién en las últimas décadas, se localizan en los margenes de la denominación y sus botellas se distinguen bajo la DOC Chianti.
Independiente a que se utilice la misma variedad de uva y métodos productivos y más allá de los cuidados prodigados al viñedo o la prolijidad que se tenga en bodega un DOC Chianti difícilmente alcanzará la calidad de un DOCG Chianti Classico sencillamente porque estos últimos hace ya bastante tiempo tomaron posesión de los suelos mejor ubicados.
La producción moderna de vinos en Chile se inicia a mediados del siglo XIX con la importación de variedades bordelesas y a poco andar quedó establecido que el Cabernet Sauvignon se convertiría en el buque insignia de la industria nacional.
En las últimas tres décadas el mapa vitivinícola de Chile se ha ampliado considerablemente. Nuevas regiones, nuevos valles y el cultivo de nuevas variedades han sido la tónica pero en lo que respecta al Cabernet sus terroirs de han mantenido inamovible. En términos comparados la cepa es nuestro Chianti Classico.
Por contraparte el Carmenere surge, tras ser redescubierto, recién en 1994. Al principio su presencia fue vista como un problema pero a poco andar la idea del renacer de una variedad aparentemente extinta por la filoxera se transformó en un buena historia que contar y en un boom comercial. El problema es que tal como le ocurrió a los productores de la DOC Chianti los mejores suelos ya poseían dueño.
A esta cepa de vinos púrpura se le suele criticar su en ocasiones su pesado perfil sobremaduro y en otras su pirazínica falta de madurez que lo acerca a un caldo de pimiento verde además de una relativa baja acidez que limita sus opciones de guarda y evolución. Sin embargo en muy buena medida esto lo debemos a que producimos demasiado Carmenere cultivado sobre un suelo y bajo un clima que no le es propicio.
Carmín de Peumo de Concha y Toro, KAI de Errázuriz, Pehuén de Santa Rita y Tierras Moradas de San Pedro son una buena muestra del potencial que puede alcanzar la variedad cuando reside en el terroir correcto. Por supuesto más de algún conocedor hará notar que todos estos casos se trata de vinos que promedian los cien dólares por botella, pero cabe precisar que todos estos tienen hermanos menores, de valor mucho más asequible, que refuerzan el punto de que a igualdad de condiciones el Carmenere puede llegar a ser un vino de calidad comparable a la de nuestros Cabernet.
1865 Selected Vineyard Carmenere de Viña San Pedro proviene del viñedo Las Moradas en la localidad de Pelequén, algunos kilómetros al oeste de Talca en el corazón del valle del Maule y mismo donde nace el icónico Tierras Moradas.
Los suelos de arcilla oscura por los que literalmente resbala el agua de las lluvias sin aposarse permitiendo que dulzor y acidez en fruta no se diluya en una masa acuosa; el escaso aporte de nutrientes que obligan a las parras a maximizar sus recursos concentrándolos en pocos frutos; una adecuada orientación que posibilita extraer desde el primer al {ultimo rayo de luz; y la presencia de los vientos costeros cuya acción refrescante permite una maduración pausada que no sacrifique la preciada acidez contribuyen en su conjunto a que este Carmenere sea un vino hecho en el lugar preciso y bajo las condiciones correctas.
Descorchado a cinco años de su cosecha, lo que ya puede ser una eternidad para algunos de sus pares, se sigue mostrando frutal y con muy buena acidez, junto a un perfecto equilibrio en cuerpo que lo hace sencillo de beber a pesar de sus 14.5 GA.
Su nariz tiene una particularidad verticalidad en sus frutos negros. Comienzas percibiendo mora que luego muta en arándano, luego en maqui y finalmente alcanza el calafate acompañado de las especias propias de la cepa y la habitual pirazina que gracias a una correcta madurez toma la forma de pimiento rojo asado o incluso ahumado.
Las góndolas de supermercado nos han acostumbrado a agrupar a los vinos por cepas como si todos fueran iguales, pero este ejemplar nos recuerda que cada botella cuenta con sus particularidades y esta nos da la opción de disfrutar de un muy buen Carmenere.

