Leyda Lot 5 Chardonnay 2012

Más del 90% de los vinos comercializados hoy en el mundo se descorchan en las ocho horas siguientes a su compra. Si del restante consideramos quienes planifican sus adquisiciones para la semana o mes, el porcentaje de vinos destinados a guarda prolongada es bastante mínimo, por lo mismo buena parte de las bodegas, sobre todo de Nuevo Mundo, se enfoca en la producción de botellas para consumo inmediato.

Paradojalmente es casi habitual que bodegas y enólogos al recibir críticas negativas sobre sus mostos señalen que estos aún no alcanzan el nivel de evolución requerido para entregar su mejor perfomance. Por supuesto no es culpa del consumidor recibir un vino inmaduro y además con una constante disminución del tamaño de las viviendas la estiba en cava resulta un lujo que no todos pueden darse.

Por todo lo anterior se agradecen vinos como Lot 5 Chardonnay de Viña Leyda que además de entregar un margen de envejecimiento que sin problemas puede alcanzar la década, lo que ya es en si una rareza en blancos de coste medio, libera sus botellas al mercado luego de algunos años de estiba propia, permitiéndonos así disfrutar de un vino mucho más maduro o reducir significativamente el tiempo de espera para beberlo en su máxima evolución.

Quizás lo más interesante de este vino es que al descorcharlo apreciamos una versión acabada de la propuesta enológica ideada por Viviana Navarrete durante el manejo en viñedo y posterior vinificación. En otras palabras bebemos el resultado aplicado de un vino conceptualizado hace casi una década.

Para el caso de la presente nota adquirimos a mediados de 2021, en una reconocida tienda especialista en vinos, algunas botellas de la añada 2012 (usualmente conseguir ejemplares nacionales con ese nivel de estiba solo se consigue en las propias bodegas) y decidimos realizar el primer descorche en marzo de 2022 para coincidir con los diez años de su vendimia.

Inmediatamente tras el descorche nos llevamos la primera grata sorpresa al mostrarse de un hermoso y brillante color ámbar de capa media.

En su nariz encontramos flor de jazmín, mango maduro, piña en almíbar, higos, pimienta blanca, jengibre seco, piel de naranja, almendras y avellanas tostadas lo que da magnífica cuenta de su vinificación con menor aporte de madera, sin conversión maloláctica ni autolisis donde la uva juega el rol principal.

Boca delicadamente untuosa, de suave dulzor, acidez media+, equilibrado sabor de frutas y frutos secos seguido de persistente final con presencia de cítricos maduros y jengibre.

Recomiendo este vino a quienes aprecian la evolución de los mostos pero sobre todo a quienes no han tenido la experiencia de degustar vinos envejecidos pues es un perfecto muestrario de los beneficios que la guarda genera en estos.

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