Cuvée Alexandre Las Kuras Syrah 2008

Más de quince mil kilómetros separan el Valle del Ródano, en el este de Francia, de las Colinas de Adelaida en el sur de Australia, sin embargo y a pesar de la distancia ambas comarcas comparten su profundo amor por el Syrah.

Las uvas que dan vida al Hermitage, emblema de los vinos del Ródano, se cultivan en una zona de transición entre los clima frío continental de Borgoña al norte y cálido mediterráneo de la Provenza al sur. El resultado es un vino intenso, ligero para lo habitual de la cepa, donde predominan aroma y sabor a fruta fresca junto a intensas notas minerales. El ambiente aún fresco en esta latitud garantiza su acidez y la madurez se logra gracias al reflejo de la luz solar en el rio que eleva la temperatura de las colinas aledañas.

En tanto el Shiraz de Barossa, buque insignia de la cepa en Australia, crece bajo el implacable calor del sur de Australia lo que redunda en vinos de mucho cuerpo y donde su sabor muestra fruta negra particularmente concentrada. Acá es la madurez la que se encuentra asegurada gracias a su clima semi árido y el milagro de que conserve su acidez se debe a la altitud de sus colinas (350 msnm) que se refrescan por los vientos provenientes de la Antártica.

A diferencia del Cabernet Sauvignon que se asentó en el pie andino o el Sauvignon Blanc que estableció residencia en las costas del Pacífico, en Chile el Syrah ha transitado cual trashumante entre mar y cordillera buscando su morada y el clima que terminará de definir su identidad.

En la actualidad, con un mercado que privilegia vinos más ligeros y fáciles de beber, buena parte del Syrah nacional se ha movido al estilo Hermitage cultivándose con éxito en Casablanca, Colchagua Costa y el Alto Elqui donde la altitud modera la temperatura, y otro tanto se ha establecido en un punto intermedio entre el Ródano y Australia con excelentes exponentes en Panquehue y el extremo occidental del Maipo.

Sin embargo al mirar la historia el cultivo masivo de la cepa nace claramente inspirado en Barossa resultando incluso habitual encontrar el nombre Shiraz en las etiquetas de fines de los ’90 y comienzos del siglo actual, una época en la que por cierto la moda estaba marcada por vinos intensos, corpulentos y con buena cuota de roble.

Cachapoal fue sin duda la patria de la variedad un par de décadas atrás y en especial la amplia porción de tierra que se abre desde Requinoa a la cordillera. Desde esta tierra soleada donde el valle parece infinito y las montañas son una delgada línea en el horizonte provenían notables acorazados como Granito Single Vineyard de Viña De Martino, Cuvee Alexandre Las Kuras Vineyard de Lapostolle o 1865 Single Vineyard de Viña San Pedro. Tres grandes exponentes que marcaron el estilo de una época y a la vez tres piezas de museo pues ninguna de estas etiquetas se continúa produciendo en la actualidad.

Una de las maravillas del Syrah es que su alta acidez y carga tánica, le aseguran una muy larga vida en botella. Amplio margen de evolución que es aún mayor en aquellos ejemplares «Barossa Style» dada su alta concentración frutal, por lo mismo aunque algunas de las etiquetas mencionadas se hayan dejado de producir hace más de una década quienes tomaron la sabia decisión de guardar algunas de sus botellas podrán disfrutar aún por un buen tiempo de estos vinos que definieron una época.

Lapostolle suele sorprender cada cierto tiempo liberando en su Wine Shop algunas botellas de añadas antiguas perfectamente conservadas en su bodega y es así como pudimos acceder a algunos ejemplares de Cuvée Alexandre Las Kuras Vineyard Syrah 2008.

El ritual del descorche, donde su corcho húmedo y en perfecto estado da cuenta de una adecuada guarda, debe realizarse con bastante antelación pues resulta indispensable una larga decantación y oxigenación para evitar sus naturales borras tánicas y permitir que se expresen todos sus aromas.

A la vista se nos muestra de un tono granate de mediana intensidad con amplio borde rubí pálido y gruesas lágrimas de glicoles. En nariz da muestra de su evolución similar a la de cualquier fruta donde se entremezclan notas frescas, maduras y secas. Suave violeta, té de lavanda, dátiles, mora en su almíbar, ciruelas y arándanos negros deshidratados, olivas maduras, pimienta negra, suave dulce de regaliz, cedro, tabaco, humo y cuero surtido forman parte de su amplia y compleja paleta.

En boca su cuerpo y acidez se han moderado por la acción de los años pero aún conserva buen volumen en ambos; mientras sus taninos maduros aún son de hierro. En primera instancia predominan los sabores de mora y arándano complementados con una sensación de dulzor provocada por su alto contenido de alcohol, luego se perciben la fruta seca y por último su final medio cierra con una intensa nota de licor de hierbas.

Trece años no es poco para cualquier vino y este sin problemas alcanza los quince e incluso se pueda acercar a la veintena antes de que su fruta, aún concentrada, y acidez se desvanezcan.

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